Entrevista con Noam Chomsky
El viernes 21 de noviembre de 2003, entre las 14 y las 15, hora del Este estadounidense, en su oficina del Massachusetts Institute of Technology, mantuve una extensa entrevista con Noam Chomsky, el hombre que dio vuelta la ciencia lingüística en el siglo veinte y a la vez uno de los más lúcidos pensadores del mundo desde su posición anarquista. Distintos avatares (problemas técnicos con el microcassette utilizado para la conversación, la dificultad diríase genética de Chomsky para ser desgrabado) demoraron la publicación de esta charla exclusiva. La ardua tarea de desgrabación le cupo, finalmente, a la profesora Rosanna Andrea Álvarez, secretaria del Laboratorio de Idiomas de la Universidad Nacional de Mar del Plata, en tanto la traducción, para bien y para mal, me pertenece. Como los buenos vinos añejos, la conversación se fue decantando y, sin haber perdido un ápice de su actualidad, se resignifica con su publicación en Espéculo a sólo un día de las elecciones presidenciales de 2004 en los Estados Unidos.
-Desde
el siglo diecinueve, durante todo el siglo veinte y en estos años del
veintiuno, nos han guiado en el anarquismo teóricos como Proudhon,
Bakunín o Kropotkin. ¿Qué sentiría si dentro de cincuenta o cien años, o
ahora mismo, Noam Chomsky fuera considerado otro de esos pensadores?
-No me veo así. No soy un pensador anarquista original.
-¿Por qué?
-Porque
no hice grandes contribuciones intelectuales al desarrollo del
pensamiento o el activismo anarquistas. Me interesa cómo pueden ser
aplicadas esas ideas en el mundo moderno, pero creo que no he escrito
nada sobre ello. Sin embargo, hay preguntas que se plantean acerca de
las raíces de las concepciones anarquistas de las relaciones humanas y
las organizaciones sociales más que sobre la naturaleza biológica de los
seres humanos. De hecho, Kropotkin especuló sobre ambas cosas, y
entonces podemos decir algunas cosas más sobre ello. Pero, para ser
franco, no creo que haya mucho pensamiento teórico incluido en ninguna
teoría social, incluyendo ésta. Hay ideas, discernimientos y acciones
importantes asociadas con estas teorías, pero el resto de la vida es
experimental. Por ejemplo, cómo puede cada uno tratar de identificar y
desafiar las instituciones totalitarias, y los trabajos al respecto son
distintos en cada circunstancia, en lo que va de una familia a una
sociedad internacional. Son las mismas ideas y conceptos que nos guían, y
no creo que tengan una especial profundidad. Me parece que todos los
celebran a la vez que los exploran. Pero no veo que haya una
contribución importante al pensamiento.
-Usted
habla de una tendencia biológica. ¿Qué diferencia hay, por ejemplo, con
la concepción de Rousseau acerca de la bondad natural del ser humano?
Me parece que usted está comprometido con un punto de vista más
biologista.
-Hubo especulaciones en el siglo dieciocho por parte de Rousseau en el Segundo Discurso
y sobre la ecología, por ejemplo, que manifiestan esperanzas
libertarias. Pero no son conclusiones, son esperanzas, y no podemos
decir que la biología contemporánea le haya aportado especialmente una
base a esto, y que exista un marco que lo contemple como un factor en la
evolución. La psicología evolutiva moderna sí da algunas pequeñas
pautas de cómo eso puede funcionar, he encontrado algunas de esas cosas
en otros organismos y eso podría dar algunas esperanzas de comprender la
totalidad. Hay trabajos interesantes en biología comparativa y
psicología cognitiva humana, que están tratando de explorar la
naturaleza de la moral humana, dónde estarían basados los juicios
morales y los principios, y existen algunas conclusiones muy
sorprendentes, cosas que se verifican principalmente en los niños y que
parecen ser verdaderas en distintas culturas, por lo que podría existir
algo relativo a una naturaleza común. Pero es difícil de interpretar. Es
un tema muy difícil, pero tienen que existir principios como ésos. Más
temprano o más tarde se comprenderán cuáles son los principios que le
son inherentes a la naturaleza humana y determinan las interacciones
sociales y sus estructuras. Es una larga lucha. En principio, es parte
de la ciencia experimental, por lo que espero que exista algún progreso
en ello, en algunas áreas, a través de la investigación universitaria,
donde se han hecho progresos importantes. El lenguaje es uno de los
temas, pero no es una de las áreas que represente una prioridad en los
asuntos humanos. Son áreas mucho más difíciles de estudiar, y hay que
tener en cuenta que aun en un simple organismo como un insecto hay
ciertos puntos que tienen que ser estudiados científicamente. No se
pueden formular teorías serias que predigan el comportamiento de un
insecto, por ejemplo, es algo casi imposible. Se pueden discutir algunos
límites, pero no las elecciones.
-Estoy
pensando en la Argentina, cuando en 2001 se dio esa situación terrible
de tener cinco presidentes en dos semanas, y la gente comenzó a
autogestionarse en las plazas, en asambleas barriales. Entonces, pensé
si en la Argentina o en Latinoamérica podía darse algún tipo de
organización social anarquista. ¿Qué piensa a dos años de eso? ¿Habrá
sido una ilusión? ¿Es una posibilidad real?
-Desde
mi punto de vista, es una tendencia permanente en los asuntos humanos
que se continúa de nuevas maneras. Cuando tiene éxito, permite derribar
ciertas barreras más allá de las cuales no se podía ir, y entonces se
reproduce en algún otro lugar. Casi todo lo que podemos apreciar en
cuanto al progreso humano está impulsado por esta suerte de tendencia,
sean los derechos de la mujer o el trabajo en una cooperativa. Por
ejemplo, cuando estuve en la Argentina hace un par de años, un amigo me
llevó a uno de esos asentamientos de casillas, villas [lo dice en
castellano], en las afueras de Buenos Aires. Un grupo de mujeres muy
pobres, mayormente mujeres, estaban organizándose en comunidad para ver
si podían sacar a los chicos de las banditas de drogas. Tenían una
escuelita, un cura y una iglesia. Ésa es una acción anarquista: nadie
les dijo qué hacer, se estaban organizando a través de su propia
interacción con algunos logros interesantes en condiciones miserables.
Ésas son las maneras en las que el ser humano, por naturaleza, se
enfrenta a las estructuras de coerción y dominación con el fin de crear
un pequeño espacio de libertad, libre albedrío, justicia y progreso. Y
se puede lograrlo. Hasta dónde se llegue, depende de todo tipo de
condiciones, aun el éxito o incluso el fracaso. Porque el fracaso enseña
cómo actuar la próxima vez, y ayuda a seguir adelante.
-¿Y
cómo influyen las diferencias geopolíticas, por ejemplo, si tomamos
como parámetro esta autogestión que vivió la Argentina para aplicarla a
otras regiones? Es difícil imaginársela en un Primer Mundo globalizado,
posmoderno, el Norte o como se lo quiera llamar. ¿Hay una auténtica
diferencia en el desarrollo de tales estrategias entre el Norte y el
Sur?
-Ciertamente,
los países ricos y los países menos desarrollados tienen muchas
diferencias en muchas dimensiones. Por ejemplo, justamente ayer, yo
estaba hablando en una entrevista sobre la democracia en América
[Estados Unidos]. Y sugerí que para avanzar en nuestra democracia
deberíamos aprender las lecciones de países del Tercer Mundo, que tienen
una cultura democrática anterior a la nuestra y han superado obstáculos
que aquí vemos tan lejos de nuestro alcance que ni siquiera hablamos de
ellos. Así, por ejemplo, aquí hay una gran preocupación acerca de los
activistas, de si pueden llegar a involucrarse en el sistema político de
modo tal que superen la concentración de capitales, la concentración de
medios, el hecho de que los partidos políticos son sólo partidos de
negocios que reflejan enormes concentraciones de capital y disponen de
sus propios medios de difusión. Si es concebible. Ahora sabemos que es
concebible. Un ejemplo es lo que ocurrió en Brasil bajo condiciones
mucho más arduas, donde los trabajadores no tienen la oportunidad de ser
estudiantes universitarios en el MIT, y la concentración del capital es
peor que aquí, y también es peor la concentración de los medios, y es
peor la represión del Estado. Pero, no obstante, luego de décadas de
abocada organización, parte de sus movimientos se desarrollaron al punto
de romper con los sistemas locales y elegir al candidato del pueblo,
algo que aquí es inimaginable. Por supuesto, lo que pueden hacer está
altamente coaccionado. Aquí es donde entra la llamada globalización. Me
refiero a los últimos veinte, treinta años en que muy sistemáticamente
las estructuras económicas internacionales fueron construidas en función
de que la democracia no pueda funcionar. Quiero decir que hay una
voluntad popular que se expresa en, a través del sistema político, y las
consecuencias fueron muy pesadamente coercionadas por mecanismos que
impiden el funcionamiento democrático. Esos mecanismos no podrían
aplicarse si aquí existiera una cultura democrática suficientemente
enraizada en las organizaciones populares como para alcanzar lo que se
alcanzó en Brasil, aun si eso sofocara las instituciones
internacionales, porque están aquí. Las naciones ricas pueden aprender
esas lecciones desde que los mayores logros están ocurriendo en otras
partes. Por eso, después de todo, el Foro Social Mundial se reúne en
Porto alegre y en Bombay, y no en New York ni en Londres. Eso es porque
los logros y los acontecimientos están mucho más allá que en el Sur,
metafóricamente. Hay muchísimo por construir allí, partiendo
sencillamente del coraje de enfrentarse a la represión. Pero en el
Norte, en los Estados Unidos, uno ve que la gente realmente siente que
es reprimida por el Estado como un acto patriótico, es tan duro que ¿qué
podemos hacer? Es un chiste. Como un acto patriótico puede ser
desagradable, pero comparado con aquello con lo que gente como nosotros
se enfrenta en todo el mundo, es una trivialidad. Y eso no evita que la
gente de Colombia, Turquía, Brasil o cualquier otra parte con un grado,
lejos, mucho peor de represión se rebele y tome las armas. ¿De qué
estamos hablando? Sí, seguro que tenemos que librarnos de esto, que está
mal, que tenemos que pararlo, pero con nuestro poder es más fácil
hacerlo a través de la represión. Ya que siempre nos comparamos con lo
que la gente se enfrenta en todo el mundo, deberíamos observar sus
logros con admiración y humildad. Tenemos muchísimo que aprender de
ellos.
-¿De
qué hablamos cuando hablamos de democracia? Porque la democracia
significa poder, y el pensamiento libertario se propone abolir toda
forma de poder en pos de una autogestión sin ningún liderazgo. ¿Cómo
conciliar democracia y pensamiento libertario?
-Una
democracia, si realmente funciona, significa poder popular, estructuras
libertarias, comités de trabajadores y fábricas organizados
comunitariamente, por ejemplo, en un pueblo. Es algo a la vez libertario
y democrático, no veo la contradicción. Una democracia significa poder
si está basada en una distribución altamente asimétrica de los recursos.
Eso sí significaría poder, pero no sería democracia, porque la
democracia no funciona bajo esas condiciones. Ahora nos lleva cuatro
años cada vez que queremos cambiar a nuestros representantes, pero eso
es democracia formal, no es democracia real. De hecho, incluso hay un
nombre para eso en la jerga de las ciencias políticas: se la llama
poliarquía, un sistema donde son los gobernantes únicamente los que
toman las decisiones. Así funcionan las sociedades industriales
avanzadas, pero no creo que debamos considerar democracia a eso. El
principal filósofo social de los Estados Unidos en el siglo veinte, John
Dewey, quien estaba muy adelantado a su tiempo y era una figura
sobresaliente, tenía como preocupación principal en sus escritos a la
democracia, y era muy sincero y abierto al respecto: no puede existir
democracia a menos que la industria, el comercio, los medios, etcétera,
cambien radicalmente de modo que, en lugar de responder a estructuras
feudales de poder centralizado, se hallen bajo el control democrático.
El feudalismo industrial debe ser reemplazado por la democracia
industrial, con asambleas, con un funcionamiento democrático que surja
de las bases y de allí pase a las asociaciones de nivel más alto.
-Hablando
de democracia y de los estudios sobre ella, la dominante actual son los
estudios culturales. Esto es, estudios de género, estudios de la
diferencia o poscolonialismo. ¿No es peligroso que esos mismos estudios
acerca de temáticas consideradas periféricas sean regidos desde el mismo
centro? Algo así como lo que decía George Orwell: “somos todos iguales
pero algunos somos más iguales que otros”. ¿Estas nuevas corrientes de
pensamiento realmente reconocen la diferencia o sólo la usan para
reforzar el centro?
-Bien.
En cualquier estructura social hay una distribución inequitativa del
poder. Algunos tienen más poder que otros, entendiendo el poder como la
capacidad de actuar de manera de poner límites a lo que los otros pueden
hacer. El poder nunca está distribuido equitativamente en la sociedad
real y, si esa distribución del poder está altamente sesgada, por
supuesto que habrá gente que utilice la retórica de la libertad, la
justicia y la democracia para imponer opresión y dominación. A partir de
la teoría poscolonial, comprendemos que todas las organizaciones
sociales y aun los peores tiranos hablan de libertad, democracia y
justicia, y eso fue cierto con Stalin, con Hitler, con los fascistas
japoneses, Mussolini y Saddam Hussein. Todos, llenos de la más elevada
retórica. Tal vez no creen en eso, pero lo que nos interesa ver es cómo
resulta eso en la práctica, cuáles son las relaciones reales entre
quienes tienen opciones y quienes les ponen límites, cuáles estructuras
institucionales refuerzan esas relaciones de dominación. Y si uno está
comprometido con cualquier tipo de ideal libertario, quiere desafiar y
destruir las estructuras de dominación, no aceptarlas por el hecho de
que utilicen la retórica de la libertad y la justicia. Porque todos lo
hacen.
-Los 11 de septiembre, antes de las Torres Gemelas, yo siempre me despertaba pensando en el golpe de Estado en Chile.
-El otro 11 de Septiembre.
-Muchos
dicen que aquel 11 de Septiembre es igual al que sucedió aquí, en los
Estados Unidos. ¿No es un acto de colonización? Porque yo me sigo
despertando ese día y pienso en Pinochet y en la muerte de Allende en
lugar de las Torres Gemelas.
-No
creo que sea colonización. Pero creo que en el Norte es extremadamente
importante hacer que la gente tome conciencia del otro 11 de Septiembre.
En rigor, aquí, en el MIT, tuvimos una iniciativa en septiembre y
octubre pasados. Hubo un mes largo de una serie de encuentros,
documentales, presentaciones y acciones dedicadas al otro 11 de
Septiembre para hacer que la gente de los Estados Unidos entendiera que
lo que ocurrió el 11 de Septiembre de 2001 fue una atrocidad pero que no
fue la primera, y que hay otras iguales o peores si se mira el 11 de
Septiembre de 1973. Sabemos lo que ocurrió entonces, y los más
conservadores estiman que tres mil personas fueron asesinadas, lo que
hace pensar que la cifra fue mucho mayor. Pero tomemos las estimaciones
más conservadoras. Bien: tres mil personas en Chile equivalen, por
densidad poblacional, a que en nuestro 11 de Septiembre hubieran muerto
sesenta mil, y eso habría sido considerado una atrocidad mucho peor. ¿Y
nuestras atrocidades? Sabemos perfectamente que no se esconden, y que
los Estados Unidos juegan el rol principal como causantes de estas
atrocidades. La gente que ocupa los despachos de Washington es
mayormente la misma que en la administración Reagan. Son los mismos que
en los ochentas fueron responsables por el asesinato de cientos de miles
de personas en Centroamérica. Sólo en Nicaragua la gente que mató la
guerra terrorista que impulsó Estados Unidos, en proporción a la
población, es un número mayor que todos los estadounidenses muertos en
todas las guerras de la historia. Y ésa fue una guerra terrorista
lanzada por la gente que actualmente está a cargo de Washington. ¿No es
algo para que lo pensemos? Claro que sí, el otro 11 de Septiembre es
críticamente importante, tiene que ser traído a la conciencia como un
reconocimiento de la mayor opresión y dominación colonial del planeta.
La gente de aquí debería entender la reacción mundial después del 11 de
Septiembre. Este 11 de Septiembre fue una atrocidad, pero... bienvenidos
al club. Es lo mismo que nosotros hemos estado haciendo durante siglos,
y, a menos que eso se asuma no lo vamos a entender, si no llegamos a
ese nivel de honestidad no podemos enfrentarlo. Y es una experiencia
educativa muy importante que abrió montones de mentes, y el electorado
lo detestó, se enfureció porque, por supuesto, son sirvientes del poder.
Pero el pueblo en general no es un sirviente del poder, y puede
liberarse de este control doctrinario en una gran medida.
Juan Pablo Neyret
(Mar del Plata, 1963) es Licenciado en Letras por la Universidad
Nacional de Mar del Plata, donde integra el grupo de investigación
“Historia y Ficción”. Ha publicado numerosos artículos críticos y
entrevistas en medios de Argentina, México, Estados Unidos, España,
Alemania y Dinamarca y dictado seminarios y conferencias en Rutgers
University (New Jersey), Boston University, University of Texas at
Austin y Alamo Community College (San Antonio). Como periodista, es
editor de la sección Cultura del semanario Noticias & Protagonistas (http://www.noticiasyprotagonistas.com/). Como escritor, ha participado en los volúmenes Colecticia borgesiana (AA.VV., 1985) y El Carli (1998; antología del Premio Municipal de Literatura "Osvaldo Soriano"), así como ha estrenado una obra teatral de su autoría, El Apellido (2003).
© Juan Pablo Neyret 2004
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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