Notas sobre antropología y discapacidad
Guillermo Brinck (1)
A mi amigo y colega Gregorio Pérez-Serrano
La “discapacidad” es un concepto amplio y vago que se refiere a todo impedimento físico o psíquico para desarrollar las actividades de la vida con normalidad. En este sentido, la noción de discapacidad nos remite a la de enfermedad y a la de lo anormal, ambos conceptos que no han logrado ser definidos de manera satisfactoria para la ciencia. A pesar de esta dificultad epistemológica (la dificultad de delimitar y definir un objeto de estudio: lo patológico), en términos sociológicos y antropológicos, la discapacidad nos enfrenta con una realidad ineludible: la asignación de un lugar ‘especial’ (generalmente marginal) a la diferencia física y/o mental en el orden simbólico y social. Evidentemente, esta diferencia es conceptualizada de manera particular en las diferentes épocas y en las diversas culturas: las ‘monstruosidades’ clasifican juntas las malformaciones y las maldiciones (lo físico y lo moral); lo mismo hacían las acusaciones de brujería al tratar a los enfermos mentales como posesos o demoníacos; el horror que algunas culturas experimentan ante el nacimiento de gemelos o de siameses se debe a su vinculación con lo sobrenatural; el circo del horror hacía de la diferencia física un espectáculo de lo misterioso y lo repugnante que afirmaba, por otra parte, una noción restringida de ‘normalidad’. La medicalización del cuerpo ha restringido el sentido de la diferencia física al de la enfermedad biológica (en sus diversas dimensiones mecánicas, fisiológicas o genéticas), poniendo el énfasis en lo que estos sujetos ‘discapacitados’ no pueden hacer.
En cuanto a éste último desarrollo, el mero término ‘discapacidad’ nos remite a una lógica y una ética de la eficiencia, por cuanto, en la mayoría de los casos, esta discapacidad no es total sino parcial, por lo que la dificultad para realizar labores al ritmo social (el de los cuerpos plenamente funcionales y el de las máquinas proyectadas a partir de éstos) impone una discapacidad total (ineficacia) cuando se trata de una incapacidad relativa (ineficiencia). Todo esto revela que detrás del criterio médico hay un criterio económico propio de nuestro contexto sociocultural.
Por otra parte, junto a la discapacidad (motora, comunicacional, visual o psíquica), podemos incluir la ‘discapacidad social’. De ésta última podemos decir que constituye una clase a parte en cuanto no se trata de una incapacidad para realizar las actividades de la vida, sino una incapacidad de la sociedad para recibir a estos sujetos: nos referimos a aquellos sujetos que presentan un cuerpo deforme: estéticamente otro, alejado del supuesto plan genético humano. Este tipo de ‘discapacidad’ tratada bajo el rótulo deestigma, no es exclusiva de estos casos y se presenta también en los otros tipos de ‘discapacitados’, y nos introduce en el aspecto simbólico de la problemática: tanto de las conceptualizaciones sobre la diferencia física y psíquica como de las autopercepciones por parte del sujeto estigmatizado.
De lo anterior se desprende que la problemática de la ‘discapacidad’ se remite a un objeto elusivo difícil de situar y definir, que nos obliga a transitar por diversos campos de las ciencias humanas: lo económico, lo social, lo cultural, la constitución de matrices simbólicas, los sistemas de creencias, la construcción del sí mismo (self), las formas de subjetivación, la construcción del psiquismo y su vinculación con la cultura, y finalmente, pero no por eso menos importante, la construcción simbólica del cuerpo. Se hace necesario entonces plantear un acercamiento transdisciplinario que considere a la antropología, la sociología, la historia, la psicología y la filosofía, sin descartar otras disciplinas pertenecientes a las humanidades como la historia del arte, la literatura o el teatro. Así mismo, el acercamiento a la problemática que presenta la ‘discapacidad’ debe ser flexible para considerar la diversidad de registros y perspectivas teóricas que posibilitan su tratamiento: funcionalismo, materialismo histórico, estructuralismo, culturalismo, constructivismo, interaccionismo simbólico, psicoanálisis, etnopsicoanálisis, deconstruccionismo, arqueología foucaultiana, antipsiquiatría, fenomenología, hermenéutica, existencialismo, etc. En un primer momento de configuración de la problemática es imperativo no desechar ninguna de las posibilidades que ofrecen estos acercamientos.
En este punto es necesario enfatizar el hecho de que no pretendemos aquí reconocer la especificidad de un campo de estudios propio de la ‘discapacidad’ ni mucho menos la creación de una sub-disciplina antropológica o sociológica. Sin embargo, lo que ha dado en llamarse ‘discapacidad’ constituye un fenómeno relevante y urgente por su estatus ético y político -en la medida en que se revela como uno de los lugares donde se expresa en su plenitud la exclusión y la discriminación constitutiva de todo universo cultural. En ese sentido, los estudios sobre ‘discapacidad’ pueden ser abordados en una doble dimensión: estudios sobre discapacidad, y –siguiendo la sugerencia de Clifford Geertz sobre la característica microscópica del conocimiento antropológico- estudios en (o a partir de) la discapacidad. En otras palabras, la problemática en cuestión puede ser abordada en tanto objeto de estudio –y en esa medida, derivar políticas públicas, planes y proyectos de intervención-, o puede ser considerada como un espacio en el cual se articulan de una manera muy especial y condensada una serie de procesos fundamentales para la constitución de lo social y de lo cultural, en definitiva, de lo humano.
En concreto, la discapacidad nos enfrenta, en primer lugar, con la dicotomía fundamental de la antropología: naturaleza y cultura -y en ese sentido, la idea de un discapacitado está emparentada con el racismo. Por otra parte, nos enfrenta con la dicotomía fundamental de la medicina y la psiquiatría: lo normal y lo patológico –noción que siempre se carga con connotaciones morales. Ya hemos mencionado que el concepto de discapacidad requiere de una definición que demanda una comparación histórica y cultural, de manera de poder entender las determinaciones simbólicas, religiosas, económicas y políticas de sus diversas manifestaciones. También hemos mencionado la importancia de conocer y comprender las configuraciones discursivas sobre la ‘discapacidad’, la manera en que definen la concepción y el estatus del ‘discapacitado’ (por ejemplo, el estigma) y la manera en que el sujeto reconocido y definido colectivamente como ‘discapacitado’ asume esta etiqueta y configura su identidad, si es que hay espacio para esta posibilidad. Relacionado con lo anterior, esta problemática nos plantea también la cuestión ontológica del ser en la medida en que se trata aquí de una experiencia límite que expresa de manera dramática el vínculo entre el hombre y sus determinaciones biológicas y socioculturales. La problemática de la discapacidad nos obliga a preguntarnos: ¿Es el hombre algo más que sus circunstancias? ¿Puede el hombre levantarse a sí mismo de los cabellos para salir de las aguas con caballo y todo como el Barón Munchaussen?
La problemática de la discapacidad es un tema urgente de tratar por parte de las ciencias humanas porque ha sido escasamente desarrollado en nuestro país, a pesar de ser un tema con presencia en los medios de comunicación (basta con citar la campaña de la Teletón) y porque es un sector de la población cuyos derechos no han sido considerados con la suficiente fuerza. Pero es también un tema fundamental para todo pensamiento sobre la cultura, lo social, el sujeto y el ser.
El discapacitado siempre presenta un problema para la sociedad y para su entorno cercano. Parece no tener un lugar estructural asignado. No está prescrita la forma en que debe ser tratado; siempre parece inadecuado el exceso de atención y solicitud, lo mismo que la indiferencia. No se los puede tratar como a todos los demás –su diferencia es ineludible y el silencio sólo destaca aún más el vacío y la distancia-, tampoco se los puede tratar de una manera especial; el trato ofensivo o sobreprotector es una amenaza constante. El discapacitado puede ser visto como lo ominoso, lo otro de uno mismo, ese inconsciente reprimido que retorna bajo la forma de la deformidad fundamental que toda cultura intenta borrar. La discapacidad, la deformidad, el estigma son formas del Acontecimiento, esa realidad irreductible a las determinaciones estructurales, son lo otro de lo otro, y en tanto tal entran en el centro de la problemática de la antropología.
La discapacidad es un terreno privilegiado para el desarrollo de un pensamiento crítico en la medida en que apela a la dimensión ontológica. En cierta medida, todos somos discapacitados; todos tenemos una herida secreta que no termina nunca de cerrar. Siempre hay una posibilidad de ser descubiertos o de pasar a la categoría de lo otro. En este sentido, las mujeres, los niños, los analfabetos, los feos, los diferentes, pero también los ancianos pueden ser mejor comprendidos bajo el estudio de la ‘discapacidad’.
Una nota final sobre la noción de ‘discapacidad’. Hemos utilizado este término para hablar de una problemática que, debido a su carácter equívoco (elusivo e impensado), difícilmente puede ser denominada bajo una noción familiar. Tómese la incomodidad que introduce la utilización del término en los párrafos precedentes como un indicador de la necesidad de repensar la categoría y de enfocarla desde diversas perspectivas.
[1] Antropólogo,
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