Docente-estudiantes-covid-19
por Nicolás Antonio Dìaz Dr. en Ciencias Sociales. Licenciado en Trabajo Social. Docente de UNLaR
Esta pandemia
del covid-19 enfrentó a todos los individuos con
cuestiones que se creían resueltas o sucederían en un escenario lejano.
las muertes por contagio directo, recesión económica profundas,
reorganización de la vida cotidiana a partir de amenazas reales, los
miedos promovidos por los medios de comunicación exponiendo las cifras
fatales, la evolución de la curva de personas infestadas o sus decesos, como un
espectáculo obsceno ;la declaración de cuarentena en algunos países,
el impacto en las relaciones humanas, los modos de
vincularnos y demostrar afecto (relación de proximidad, saludos), entre
otros, obligo a replantear nuevas formas de organización en
todos los niveles incluyendo las instituciones prestadoras de servicios y
entre ellas la educación.
El sistema educativo
tuvo que enfrentar de forma masiva, en todas las carreras y asignaturas,
la virtualidad, en el dictado de clases. No pudo escapar a una situación que
amenaza la vida humana y pone en riesgo a todas las personas que trabajan en
él, en todos los niveles.
La carrera de
Trabajo Social como todas las de nivel superior, se encuentran
en una encrucijada, y requieren resolver con premura esta
situación. Acomodar los procesos de enseñanza-aprendizaje desde un espacio no-
áulico, sino desde la virtualidad respondiendo a una emergencia
sanitaria es la cuestión del momento. Este cambio repentino e incompleto
sucedió de manera impensada; nadie estaba preparado para asumir el 100 %
de clases virtuales (alumnos, docentes, estructura administrativas de las
universidades), y es incompleto en la medida que dio tiempo (no permitió)
capacitar a docentes y estudiante en esta posible realidad.
El virus
puso de manifiesto desigualdades sociales que tenemos en nuestros países
producto de la corrupción política y la aplicación de modelos
neoliberales, generado una brecha que es necesario achicar. En el
caso concreto nos encontramos con alumnos que no tiene dispositivos móviles
que les permita acceder alguna plataforma virtual, en sus hogares adolecen
de una computadora, y en algunos caso existe un celular para todo
el grupo familiar pero sin acceso a internet. Por otro lado nos encontramos con
docentes en situaciones similares sin contar con las herramientas
tecnológicas para el dictado de clase.
Si bien
existen varias plataformas que nos posibilitan estas acciones, siempre queda
“un gusto a poco, un ciclo sin cerrar, un sabor que algo falta”. Esto se
debe a nuestra formación específica, la historia que cargamos como estudiantes
y docentes, a la mirada propia de la profesión dónde el sujeto es central
en las decisiones y acompañamiento. Procuramos responder ante esta
situación tan particular que atraviesa la humanidad, otorgando un lugar a
ese/as estudiantes que están fuera de un contexto físico que estaba pactado e
institucionalizado, y comprendiendo además que ese alumnado no es un
cuerpo homogéneo, sino heterogéneo, en lo cultural, social, económico,
ritmo de estudio, y proyectos de vida. Entender estos aspectos
significa reconocer la complejidad en la que estamos inmersos como
docentes. Nos encontramos en nuestras unidades académicas con una
diversidad, que también se refleja en los docentes, su relación con las Tics,
dedicación a la actividad de enseñanza, formación, expectativas.
Referirse a la práctica
docente es sumergirse en una dimensión donde entran en juego factores que no se
pueden soslayar. Uno de ellos es la institución en la que se ejerce el rol
docente, con su política interna, la relación con el medio, su imagen
socio-educativa, contexto. Otro factor a considerar se vincula a las cuestiones
personales del docente, su formación, capacitación, apertura y flexibilidad
para adaptarse a los cambios y demandas de los alumnos, de los colegas docentes
y de las reglas en la institución. Por último, y no menos importante, las
motivaciones personales y las expectativas referidas al rol
docente, es decir: un docente formador, agente generador y
transmisor de conocimientos, de criterios, de procesos reflexivos que
permitan indagar la realidad socio-cultural o un docente percibido como
un mero trabajador asalariado sin vocación. (Diaz:38:2018)
El docente al
ser un ciudadano común, biológico, psicológico, espiritual, social,
cultural, económico, político, que ejerce un rol educativo formal en una
institución, se ve afectado en diferentes etapas en la vida por
situaciones particulares que repercuten de forma directa en su quehacer
profesional. Las presiones propias de la carrera docente, alcanzar
con los objetivos propuestos, realizar actividades de
investigación, extensión, dictar la clase, reuniones de pares, responder
expedientes, analizar casos, defender sus derechos como asalariado, reafirmar
su vocación, participar en lo posible en las luchas sindicales, enfrentarse con
sus pares o la patronal, asumir aulas que no están en condiciones
edilicias para el dictado de clase, lo que genera desgaste en la voz y
esfuerzos físicos, comprender la diversidad de los sujetos que asiste,
planificar y diseñar el dictado de clase, etcétera conforman un cuadro
situacional que termina agotando o enfermando al docente, esto sin entrar
en situaciones de violencias. Se pide su participación en reuniones en
horarios donde se está trabajando en otros proyectos, o se los destina al
descanso o las redes sociales y familiares. Bajo el concepto de excelencia
académica se lo sepulta de responsabilidades, obligaciones, entendiendo que
solo el (ella) carga con semejante peso, solicitándoles una serie
de actividades terminan enfermando las relaciones interpersonales o
deteriorando su salud. Este efecto sobrecarga a veces no es entendido por los
cargos jerárquicos que exigen más de lo posible, y mucho menos por los
alumnos.
Por otro lado
nos encontramos con “docentes jóvenes y alumnos que en las últimas tres décadas
nacieron en un contexto dinámico y atravesado por la tecnología y la
comunicación, pero también bajo signos que es interesantes destacar como lo
son: el incremento del consumo de drogas por grupos etarios cada vez menores,
grandes explosiones demográficas en países subdesarrollados y disminución de la
tasa de natalidad en países desarrollados, epidemia del SIDA que vincula
(física y simbólicamente a ciertos grupos) la sexualidad con la muerte,
inestabilidad económica y de políticas en toda América, retorno a las políticas
de ajustes y el auge de la reforma del estado bajo la denominación de
modernización del Estado, discontinuidad de las políticas públicas al cambio de
gobierno, poderío económico en manos de grupos que defienden el establishment,
modelos y referentes de juventud que nacen con “fecha de vencimiento“ siendo
momentáneos y fugaces, un mundo donde los grandes ideales y las utopías se
resisten a morir, las redes sociales que facilitan la comunicación con
sujetos distantes a miles de kilómetros y sesgan el encuentro con los que están
más próximos, enfrentamiento de jóvenes con padres que desean eternizarse
en los cánones de la adolescencia tardía, conflictos bélicos sostenidos
por la variable económica, devastación de los recursos naturales no renovables
por su modelo capitalista extractivista y exprimidor, contaminación de
suelos y cursos de agua, genocidio a poblaciones indígenas, ausencia de
adultos mayores que sirvan como referencia de modelos positivos, aumento
y diversificación exorbitante cualicuantitativos de la pobreza, la
eterna adolescentizaciòn que promueven los medios de comunicación, la
falta de un proyecto de vida a los 30 o 35 años que permitan independizarse,
debido a la inestabilidad laboral producto de las recesiones económicas, la
globalización, el neoliberalismos y la cosificación de los mercados, entre
otras”.(Díaz, 28:2007) y en este cuadro de opacidad, el virus covid-19 obliga a
re-pensar y comprender la diversidad dentro de la diversidad,
en la complejidad misma, y a la pareja pedagógica con sus imitaciones en
esa virtualidad .
Por otro lado
reflexionar sobre la realidad de los estudiantes permite comprender
a estos sujetos que se están formando con sus diferentes
motivaciones. Muchos de ellos/as estudian por voluntad propia,
otros porque es la exigencia familiar, por continuar con un mandato,
porque es una profesión que en su vida personal y familiar represente
prestigio, dinero, status o cómo salida laboral exitosa o como una llave que posibilite
la movilidad social ascendente. Comprender esa parte de la realidad
motivacional y los contextos de cada alumno no es tarea sencilla, pero es
necesario al menos aproximarse, acercarse a esa realidad tan particular,
donde la heterogeneidad se hace presente. Cada alumno es un micro
universo, con sus tiempos y ritmos internos, envueltos y exigidos, en una
dinámica institucional con calendario académico establecido.
Observar a aquellos que son “lentos” en la comprensión de ciertas temáticas es
ejercer el compromiso docente desde una perspectiva profesional y humana, al
respecto Daniel Pennac en su libro Mal de escuela, plantea
“Pero guardémonos mucho de subestimar lo único sobre lo que podemos actuar
personalmente y que además data de la noche de los tiempos pedagógicos: la
soledad y la vergüenza del alumno que no comprende, perdido en un mundo donde
todos los demás comprenden”(Pennac:208) Si en el aula esto sucede, cuanto
más en aquellos que están alejados y por características personales tienen
vergüenza de volver a preguntar, o no terminan de comprender esta
modalidad de enseñanza.
En este contexto es
donde Institución-docentes –estudiantes- deben
re-definir a partir de una emergencia sanitaria, una modalidad
para no perder el año académico. No es una modalidad a distancia, sino
ocasionada por un tema sanitario impensado y sin experiencia para
enfrentarlo ya que no sigue pautas y rutinas como las establecidas e instituida
en la educación a distancia propiamente dicha. Entonces nos preguntamos
¿Cómo seguimos trabajando en este contexto tan enrarecido? ¿Cómo trabajar
con los/as estudiantes cuando el contacto cara a cara-áulico, está prohibido?
¿De qué manera enfrentamos las practicas pre-profesional, el trabajo en
territorio, la capacidad de reflexión, análisis, de los estudiantes?
¿Cómo evaluó la adquisición de lenguaje técnico de forma oral? ¿Qué tipo de
evaluación empleare? ¿Por qué me demanda más horas de las que tenía organizada
mi labor docente? ¿Cómo administro el tiempo y los contenidos? ¿Flexibilizo
algunos contenidos? ¿Cuáles, cómo, de que manera? No existen respuestas únicas,
solo ejercitar, construir con los estudiantes, y las posibilidades de
ambos, en ese encuentro particular que exige la virtualidad.
El covid-19 nos interpela
como humanos, desnuda las mezquindades sociales – económicas-culturales,
nos obliga a re-pensar la muerte como un hecho cotidiano cercano, pero en esta
ocasión cargada de “la soledad del sufriente”; generando angustia
al saber que esas son las medidas de bioseguridad, barreras de protección
para todos, fronteras que impiden despedirse del paciente enfermo,
marcando una huella en el espacio, en la vida de esa comunidad, en esa familia,
y en nuestros estudiantes que no están ajenos a esa situación. Por
ello es imprescindible sostener la esperanza, entablar diálogos, proponer
la confrontación de discursos, opiniones, evitar anularnos u obturar la
relación estudiante-docente-institución, ser flexibles, aprender y hacer
lectura de lo que sucede en cada una de sus comunidades.
Considero que un
disparador para generar discusiones, propuestas, es promover en los
estudiantes el debate crítico de esta pandemia y de qué manera pueden las
teorías que pretendemos transmitir tranversalizar el problema. Este virus
no puede ser pensado únicamente desde la medicina y bilogía, sino también
desde lo social en el que toma diferentes sentidos de acuerdo a
quien/nes lo contrajeron, el impacto familiar, comunitario, territorial,
el concepto de salud y prevención en un contexto complejo, diverso,
mediatizado por el miedo y los actores intervinientes. Es decir la pandemia nos
abriría la posibilidad de articular teoría y práctica a partir de un
común denominador que es el covid-19, por ejemplo pensar en una problemática
comunitaria de cierta región que están infestados partes de sus miembros por el
virus, ¿Qué medidas tomaría Ud como agente de salud, como trabajador social,
como integrante de esa comunidad para prevenir el contagio masivo? ¿Puede
identificar en su territorio los factores de riesgo, los potenciales y los
recursos con los que cuenta? ¿Explique desde una teoría como puede intervenir,
generando propuestas viables desde la especificad como trabajador social? ¿Qué
escenarios visualiza? Explique dese un marco teórico referencial sus
argumentos.
Estoy
convencido que esta emergencia sanitaria puede convertirse en una oportunidad,
para organizar desde otro lugar la labor
docente. Proponiendo una lógica- estratégica-reflexiva donde
entre a jugar las decisiones, el contexto y el conocimiento para entender
ciertos hechos y generar juicio crítico ante ésta situación.
En otras palabras evitar desesperarse ante el panorama incierto, sino
pensar en diferentes actividades que permitan motivar al alumno/a en
intervenciones científica responsables, creativas, situadas, para
no caer en el activismo sin fundamento, o solo una cuestión instrumental, en el
hacer sin reflexión.
Bibliografía
Consultada
• Bauman Zygmunn- Modernidad
Liquida. Fondo Nacional de Economía Y Cultura. Argentina. Bs As 2006
• Carballeda, Alfredo Juan Manuel
-Apuntes de intervención en lo social. Lo histórico, lo teórico y lo
metodológico. Ediciones Margen. 2018.
• Díaz, Nicolás Antonio -
Revista GIT, UNLaR 1998
• Díaz, Nicolás Antonio - Valores y
Sociedad Una Aproximación a Nuestra Realidad ,2007 Editorial Nexos La
Rioja.
•
Díaz, Nicolás Antonio- Trabajo Final de
Especialización Docente, Universidad Nacional de La Plata, 2018.
• García, Rolando - Sistemas Complejos,
conceptos, métodos y fundamentación epistemológica de la investigación
interdisciplinaria. Serie CLA.DE.MA. Filosofía de la Ciencia.
• Guyot, Violeta- Módulos
Curriculares y Cursos que las Integran, Universidad nacional de San Luis
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