martes, 17 de septiembre de 2013

Conferencia de la investigadora mexicana Marcela Lagarde

El feminismo en la agenda política







Por Mariana Carabajal

“Si el Estado tuviera perspectiva de género, si fuera entonces más democrático, no habría tolerancia social a la violencia hacia las mujeres y por lo tanto al feminicidio”, advirtió la académica e investigadora mexicana Marcela Lagarde, figura destacada del feminismo en América latina, de visita en Buenos Aires. Lagarde dio una clase magistral sobre “Violencia feminicida y los derechos humanos de las mujeres” a destacados referentes de la Justicia local. La presidenta de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal y titular del movimiento Justicia Legítima, María Laura Garrigós de Rébori, fue la comentarista de la actividad. “Si el feminismo no se convierte en tema de agenda política, no vamos a llegar a una verdadera democracia”, consideró Garrigós, al tiempo que se preguntó “dónde están, en las plataformas de los candidatos (a legisladores de las próximas elecciones), estas preocupaciones” sobre la violencia machista y sus consecuencias en la vida y la muerte de mujeres.
La disertación de Lagarde fue organizada por el Observatorio de Género en la Justicia, que encabeza la filósofa feminista Diana Maffía, junto con el Centro de Formación Judicial del Poder Judicial porteño. El auditorio fue selecto: veinticinco personas, la mayoría mujeres, del ámbito de la Justicia, de la política y los medios de comunicación, con trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres.
Lagarde es etnóloga y doctora en antropología, autora de numerosos libros y artículos de gran influencia sobre estudios de género, desarrollo humano, democracia genérica, poder y autonomía de las mujeres, además de catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México y profesora invitada en diversas universidades latinoamericanas y españolas. Fue diputada entre 2003 y 2006 y se destacó durante su gestión por llevar adelante una investigación sobre los crímenes de mujeres en Ciudad Juárez, para los que acuñó el término “feminicidio”. Junto con otras legisladoras impulsó la sanción de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia, vigente en México desde 2007. Y más recientemente, desde la sociedad civil, promovió la incorporación de la figura del feminicidio en los códigos penales estaduales: hasta el momento, señaló, se ha tipificado como delito en 14 de las 32 entidades del país.
Entre el público se ubicaban el presidente del Tribunal Superior de la Justicia de la Ciudad, Luis Lozano; la jueza de ese tribunal Alicia Ruiz; Nelly Minyersky, experta en Derecho de Familia; Josefina Fernández, a cargo de la Oficina de Género del Ministerio Público de la Defensa; Virginia Simari, presidenta de la Asociación de Mujeres Jueces de la Argentina, y Analía Monferrer, coordinadora de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema. También estuvieron las diputadas porteñas María José Lubertino y María Elena Naddeo.
Lagarde contó cómo se involucró en la investigación de los asesinatos en Ciudad Juárez, donde hay más de 450 mujeres asesinadas identificadas y se estima que son casi cinco mil las desaparecidas en una década y media. “En Juárez se hablaba de asesinatos seriales, cometidos por camioneros, o mafiosos. Había todo tipo de hipótesis, se decía que estaban vinculados con las maquilas. Inclusive se creó un estereotipo sobre las víctimas, jóvenes, obreras, de cabellos morenos, bonitas”, señaló. Sin embargo, la investigación determinó que los asesinos eran hombres comunes, la mayor parte conocidos de las víctimas, parientes, esposos, novios, ex esposos, padres, hermanos, vecinos, amistades familiares o compañeros de trabajo o escuela, o desconocidos. Algunas mujeres han sido víctimas de las mafias, pero son un porcentaje chiquitito. Esa investigación la extendió luego al resto de México, donde llegó a las mismas conclusiones. Pero a partir de analizar la tasa de homicidios de mujeres cada 100 mil habitantes, se descubrió que en realidad Juárez no era el único lugar donde mataban mujeres, ni tampoco el sitio donde había más crímenes de mujeres, a pesar de que esos homicidios llegaron a tener repercusión internacional. En 2004 –cuando se hizo el relevamiento–, todo el estado de Chihuahua –al que pertenece Juárez– ocupó el sexto lugar en el país en cuanto a la tasa de homicidios de niñas y mujeres. Otra constante que encontraron, tanto en Juárez como en el resto de México, fue la presencia de irregularidades en las actuaciones judiciales y policiales en la pesquisa de los crímenes de mujeres y, por tanto, una gran impunidad como problema del Estado.
Lagarde indicó además, que “en las regiones donde hay crímenes contra mujeres, hay otras formas de violencia machista que están presentes en la vida social, de forma constante, tolerada socialmente y por las autoridades, que crean un clima de impunidad”.
Lagarde definió el feminicidio como el genocidio contra mujeres que sucede, dijo, “cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales que permiten atentados violentos contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de niñas y mujeres”. También consideró las muertes vinculadas con embarazos y abortos inseguros como “feminicidios”. En la Argentina, se adoptó el término “femicidio” para los asesinatos de mujeres por razón de género.
Lagarde sostiene que los feminicidios, que pueden ser perpetrados por conocidos o desconocidos de la víctima, tienen en común que las mujeres “son usables, prescindibles, maltratables y desechables. Y desde luego, todos coinciden en su infinita crueldad. Son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres”.
La antropóloga contó que en una oportunidad, un gobernador de un estado mexicano le anunció que su gobierno compraría helicópteros para patrullar las ciudades para proteger a las mujeres e instalarían cámaras de seguridad en las calles. Ella le respondió: “¿Cómo van a monitorear con helicópteros y cámaras las casas para cuidar a las mujeres de sus esposos, de sus hijos, de sus amantes, que son los feminicidas?”.
“Mientras no eliminemos la supremacía violenta de los hombres comunes y corrientes no podremos eliminar las violencias contra las mujeres y el feminicidio. Eso –añadió– implica cambios sociales, educativos y jurídicos muy importantes: hay que cambiar la mentalidad de jueces y juezas que todavía tienen pensamientos de hace un siglo. Si no cambian las instituciones, no podremos avanzar.”

domingo, 15 de septiembre de 2013

Entrevista a Rigoberta Menchu

"Un premio Nobel no puede estar a favor de una invasión"

La líder guatemalteca abrió ayer el Foro Internacional sobre los Derechos de las Mujeres. Habló de Obama, la paz amenazada en Siria y los desafíos de la agenda de género en su aguda visión.

La Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú encabezó ayer, junto a su par Adolfo Pérez Esquivel, la apertura del Foro Internacional sobre los Derechos de las Mujeres, que se desarrolla en la ciudad de Mar del Plata. 
En diálogo con Tiempo Argentino, la líder indígena guatemalteca habló sobre la posible invasión a Siria, la vulneración de los organismos internacionales de Derechos Humanos, la equidad de género, el juicio a José Efraín Ríos Montt y señaló: "Estuve muchísimos años en la ONU hablando de comas y puntos. Y al final salí frustrada. Porque ya hay muchas normas y convenios. Demasiados textos. Tenemos que ir a la acción." 
   
–¿Cómo promover la paz en un contexto de inminente invasión a Siria?
–Hemos sido contundentes contra Kissinger, Reagan, Bush padre e hijo. Pero también en contra de las instancias que se crearon para hacer la guerra, como la OTAN. Incluso la gran preocupación de América Latina es que algunos países están dispuestos a participar en las intervenciones de la OTAN. Sabemos qué pretenden los poderes. Seríamos cómplices si no reaccionáramos. Adolfo hizo una carta muy ilustrativa al presidente Obama, que firmamos varios premios Nobel. No estamos presionando a un jefe de Estado, o a los poderes militaristas o fascistas de Estados Unidos. Estamos hablándole a un colega para que use su doble rol. Recordarle que un premio Nobel no puede estar a favor de una invasión, ni mucho menos de una intervención. No se corresponde con nuestra conciencia universal de paz. Obama debe incidir en su rol de presidente. Porque él, además, proviene de la larga lucha del pueblo negro. Le hemos dicho: ‘Ojo, la decisión va a repercutir en la historia de pueblos que tienen que ver con usted.’ Es un llamado ético, poderoso, en un contexto en el que la humanidad está quieta, y no lucha contra el militarismo. Mientras exista este panorama, mientras la guerra siga siendo un negocio todos podremos ser víctimas. No sólo Siria, Irak o Haití.

–¿Qué opina del rol de los organismos internacionales?
–Esperamos que Obama deposite todo tipo de apoyo para que la ONU juegue un papel independiente, pleno, soberano y sin presiones. Porque cuando los países se entrometen y se disfrazan de Naciones Unidas, la ONU no cumple su papel. Hoy las instancias mundiales están vulneradas. Debemos rescatar a la ONU, exigir que sea mediadora, que cumpla con su propósito. El Consejo de Seguridad tiene que jugar una carta, aunque no confío en que pueda tener esa capacidad.
–Usted habló de una cultura de la paz, ¿qué implica?
–La paz es un tema de educación que le permite al ser humano valorar otras formas de resolver controversias. No se puede si no hay un código de respeto. En el exceso de materialismo, vale más un arma que la vida de una persona. Sólo se busca acaparar los bienes de una nación. Es una lástima que todas las instituciones que en algún momento pudieron haber evitado que la paz se convirtiera en sinónimo de guerra, no lo hayan hecho. Y estoy hablando incluso de las instituciones religiosas. Porque las religiones nacieron por un concepto de paz diferente. ¿Qué paz voy a reclamar como cristiano si lo que se ha permitido es la guerra? Ahí hay una doble moral.
–¿Cómo se vincula la paz con los derechos de las mujeres?
–Quienes tomaron las decisiones de ir a la guerra fueron los hombres. Afortunadamente, son pocos los casos en que las mujeres invadieron con tropas. Las mujeres nunca fueron colonizadoras, ni jefas de batalla. En los últimos años nos sentimos orgullosas de las mujeres guerrilleras que se alzaban y cargaban un arma en la montaña. Me refiero a la parte social, la rebelión contra las dictaduras. Pero las mujeres siempre han sido espectadoras y víctimas directas. Los delitos más espeluznantes, como el femicidio y feticidio, están vinculados a la crueldad contra las mujeres. Hoy tenemos que apostar por nuevos liderazgos y no veo paz si no hay equidad de género, equidad étnica y generacional.

–¿Cuáles son los desafíos más urgentes en la agenda de las mujeres?
–Para una agenda perfecta debemos poner en práctica este sistema de equidades. Porque de lo contrario se hace una lucha contra los hombres. Hoy debemos abrir un nuevo capítulo, uno más pragmático. Hay mujeres que parecían grandes progresistas, luchadoras incansables por sus derechos, pero vemos que son racistas, autoritarias. Creo que hay que hacer una lucha más integral. Hoy hay diversas demandas por la tierra, el salario justo, la participación política. Las mujeres ya no somos la mujer, ese prototipo que nos habían puesto. Por eso, tenemos que confluir en una agenda común. Si estamos en contra de la exclusión, debemos transformar a las instituciones públicas para hacer políticas con presupuestos y transparencia. Hay temas que son de la sociedad y tenemos que estar presentes en ellos.

–¿Cómo vivió la condena a José Efraín Ríos Montt y luego su anulación?  
–Durante 33 años de mi vida he pedido justicia en cualquier tribunal del mundo y he hablado de la verdad de las víctimas. Lo que más deseaba era ver a las víctimas delante de unos jueces, y a los victimarios sentados del otro lado. Cuando vi ese escenario, me di por satisfecha. Porque la verdad que defendí no es una verdad en la calle, sino de un tribunal. Parte del expediente de Ríos Montt está en la justicia de España. En 1999, presenté una demanda y he logrado que se acreditara la verdad del genocidio en todo el país. El juicio contra Ríos Montt es el comienzo. El final no lo veremos porque la justicia no está preparada para juzgar el genocidio, porque la impunidad prevalece. Pero la causa está en un tribunal y eso no se puede borrar. Esa sentencia quería verla antes de morir y así ocurrió. «